Competitividad, salarios, impuestos y empleo

competitividad empresarial

Las que he citado en el título son cuatro de las variables sobre las que pivota la economía de un país; y que, sobre todo, descansan en la primera: competitividad. Si las empresas no son competitivas, es decir, no son capaces de vender sus productos y servicios a un precio que permita mantener o mejorar sus márgenes, simplemente, desaparecen. Y con ellas, el empleo que generan, los salarios que retribuyen y los impuestos que pagan. En consecuencia, la sociedad en su conjunto se debilita.

                Es algo obvio, pero que muchos parecen olvidar. Prácticamente no hay una semana en la que los medios de comunicación al unísono no insistan en 2 mensajes: primero, la necesidad de que las empresas suban los salarios de forma generalizada - y por encima del 2%. En ese sentido, casi nadie destaca que las empresas en Euskadi - de media - ya están retribuyendo el salario más alto del estado (sólo por detrás de Madrid), con la jornada laboral pactada más corta.

Es cierto que la crisis y el bloqueo de la negociación colectiva - por culpa de la cerrazón de quien ostenta la mayoría sindical - están conteniendo los salarios en algunos casos. Pero también lo es que allí donde se ha podido llegar a un acuerdo sectorial las subidas previstas se acercan al 1’6%, e incluso, en algunos convenios, llegan al 2%.

Nosotros insistimos en lo mismo: no puede haber una consigna general de incremento salarial, porque ni todos los territorios, ni sectores, ni empresas están en la misma situación. Y un incremento general, sin tener en cuenta la competitividad de las empresas nos lleva a lo que describía al inicio. 

El segundo argumento que se repite constantemente tiene que ver con la ‘exigencia’ de que las empresas vascas paguen más impuestos, incluso con una subida adicional de los tipos nominales del actual gravamen de sociedades, hoy en día ya por encima del que rige en el estado español. El mensaje que llega a la sociedad es que, si no se hace, es por una especie de ‘avaricia empresarial’, que se caracterizaría por renegar de su compromiso social a cambio de su exclusivo beneficio personal. No negaré que puedan existir casos particulares que respondan a esa casuística, pero desde luego no es, ni de lejos, la tónica habitual y mayoritaria del empresariado vasco. 

A la hora de tratar estos dos temas - impuestos e incremento salarial -  son muy pocos los que se acuerdan de esa variable fundamental: la competitividad de las empresas. Si hay una cosa que hemos aprendido de la crisis es que para sobrevivir como empresa hay que competir como quizá muchos no estábamos acostumbrados: el mercado es global y la competencia por todo el mundo, feroz.

De hecho, hay empresas vascas de gran tamaño y facturación - y no una o dos - que a día de hoy sí que obtienen más pedidos…pero que, sin embargo, están viendo cómo su margen se ha reducido considerablemente porque los precios de venta de sus productos y servicios también han caído a niveles de hace 10 o más años. Con datos del Eustat, desde 2008, la rentabilidad media de las empresas vascas ha caído a prácticamente la mitad. Dos ejemplos que todos entendemos: hoy se puede comprar un coche al precio de lo costaba hace más de una década. Y lo mismo se puede decir de la vivienda.

                Ahora que el debate fiscal está a punto de culminar, y los grupos políticos tienen que decidir qué hacer con el impuesto de sociedades - que por cierto, no grava al empresario/a sino a la empresa-  no estaría de más que pensaran que todo dinero que sale de la caja empresarial puede restar recursos para la contratación y la inversión, algo que afectará de manera directa a su competitividad.

Y que quede claro: no se trata de no pagar impuestos. Somos conscientes de nuestra relevancia en el mantenimiento del bienestar social en Euskadi,  algo a lo que en absoluto queremos renunciar. Más bien, todo lo contrario. De lo que se trata es de no pagar más que los competidores de nuestro entorno. Porque eso nos hace  competir peor.

Necesitamos empresas competitivas con costes fiscales equiparables a las de sus competidoras más cercanas y en sintonía con los mercados internacionales en los que se mueven. En este contexto pretender que la empresa vasca pague más salarios, contribuya con más impuestos y genere más empleo - todo a la vez - sin que mejore su margen, es no querer entender lo que la crisis ha provocado y que por ejemplo, hace que  a día de hoy todavía nos queden por recuperar 7.000 empresas y 48.000 empleos para llegar a las cifras previas. En definitiva, - que nadie lo olvide - el futuro de nuestra sociedad, de nuestro país pasa, inevitablemente, por la competitividad de nuestras empresas. Eso es lo que está en juego.