Concierto Económico vasco, responsabilidad y prudencia

Concierto Económico

Periódicamente reaparecen, como el Guadiana, voces interesadas que tratan de socavar nuestro Concierto Económico, unas veces por desconocimiento, otras por prejuicios y, a menudo, por desviar la atención respecto de los propios problemas.

Es posible, empezando con la autocrítica, que, siendo como es éste un tema delicado y complejo, no hayamos dado aún con la fórmula efectiva para hacer entender fuera de Euskadi lo que significa y representa el Concierto Económico. De ahí que sea blanco fácil de determinados posicionamientos o la “confusión” que más allá de nuestra Comunidad algunos parecen albergar al respecto. Sin embargo, si hay algo fuera de toda duda es que el Concierto Económico vasco constituye un instrumento con toda la legitimidad y el respaldo, tal y como ayer también ponía de manifiesto el mismo Gobierno central a través de su Ministerio de Hacienda. Un instrumento clave e irrefutable, digno del mayor de los respetos.

Y lo es, no solo porque está firmemente anclado en nuestro derecho histórico. Derecho centenario propio de una comunidad con unas acendradas peculiaridades históricas y culturales, sino también porque materializa un pacto entre iguales, el de dos administraciones públicas, la estatal y la vasca, que se reconocen mutua facultad para ello. Un pacto que cuenta, por otra parte, con el total amparo legal que le aportan la Constitución, el Estatuto de Autonomía y hasta la legislación europea. No olvidemos a este último respecto la sentencia que, tras el Caso Azores, reconoció en 2008 la competencia de nuestras autoridades fiscales para establecer un sistema propio y diferente del de territorio común.

El Concierto Económico, es la pieza clave de nuestro autogobierno, pero también la manifestación más expresiva del hecho diferencial vasco. Forma parte de nuestro ADN, pero también de nuestra relación de bilateralidad con el Estado.

Por si ello fuera poco, se trata de una figura que ha sabido aglutinar en torno a sí un consenso y un apoyo político, institucional y social generalizado en nuestra Comunidad, además, de constituir, por méritos propios, un instrumento determinante en el desarrollo socioeconómico del País Vasco.

Ni privilegio, ni insolidaridad

Quizá por todo ello, resultan cada vez más estridentes e irresponsables las apelaciones al Concierto como un privilegio de los vascos. Apelaciones tan injustas e inciertas como en ocasiones malintencionadas de quien no entiende, o prefiere no entender, el carácter especial sí, pero también enteramente solidario que tiene el Cupo respecto al resto del Estado. No en vano, Euskadi contribuye a las arcas comunes con un porcentaje de su PIB (6%) que se sitúa por encima del que le correspondería por el peso de su población. (4,6%)

El Concierto Económico vasco ni es un privilegio, ni es una ventaja económica ni un sistema discriminatorio, tampoco una graciosa concesión del Estado, sino un derecho adquirido que, sin duda, nos aporta un importante grado de autonomía fiscal, pero también la corresponsabilidad, el desafío y el riesgo de ejercerla adecuadamente. Que tengamos la potestad de recaudar nuestros propios tributos lleva inherente la obligación de gestionarlos de forma eficaz porque las consecuencias, para bien o para mal, recaen igualmente sobre nuestras espaldas. El fuero lleva aparejada la inseguridad y el riesgo unilateral. De ahí que haya comunidades que pudiendo en su momento optar por el mismo sistema no lo hicieron.

Igualar por arriba

Siguiendo con el argumento, cabría en buena lógica sugerir que quien considera el Concierto Económico un sistema tan provechoso en vez de atacar la figura, haría mejor en reclamarla para sí, de tal suerte que la supuesta igualación que se pretende se establezca por encima y no por debajo.

Las tensiones financieras de algunas autonomías y las limitaciones a que obliga el cumplimiento del déficit pesan, sin duda, mucho en este debate que se produce, además, próximo a unas elecciones generales. Ello, sin embargo, no debería ser óbice para justificar las controversias, unas veces con altavoz y otras con sordina, en torno a un instrumento con los avales políticos, jurídicos, institucionales y sociales que el Concierto tiene detrás.

Desde la parte de la sociedad vasca que tengo el honor de representar, desde la legitimidad de un colectivo que ha defendido siempre al Concierto Económico allí donde, incluidos los tribunales, ello ha sido necesario, desde la voluntad de seguir haciéndolo, no quiero terminar esta reflexión sin recordar lo mucho que está en juego y la necesidad de que, por encima de otros intereses, imperen la realidad de los hechos, la responsabilidad y, sobre todo, la prudencia.